Con celeridad japonesa y precisión alemana, el alperovichismo prepara un carnaval electoral para 2015.
Como en Argentina, y mucho más en Tucumán, no hay inseguridad, ni inflación, ni pobreza, nuestros representantes tienen puestas todas sus energías y concentración en garantizarle a la sociedad el sistema electoral más transparente y perfecto posible.
Tiempo y recursos sobran, porque Argentina es una fiesta de la abundancia. Ya lo dijo el jefe de Gabinete Jorge Capitanich, cuando afirmó el jueves que “este gobierno prácticamente erradicó la indigencia y la pobreza”. Y cuando le repreguntaron, porque nadie podía creer lo que había escuchado, sin ponerse colorado remató: “Lo reafirmo categóricamente”.
Es probable que el chaqueño esté convencido de que una persona puede alimentarse con seis pesos por día, como sostiene el Gobierno, de lo contrario no se entiende cómo llega a semejante conclusión. No vamos a citar mediciones privadas, por más serias que fuesen, porque son inmediatamente descalificadas por el kirchnerismo, sino los cálculos más recientes publicados por el Centro de Investigación y Desarrollo de la República Argentina (Cifra), que pertenece a la CTA oficialista. Cifra afirma que en el último cuatrimestre de 2013 (es decir, antes de la devaluación y con menos inflación que ahora) el 4,4% de los argentinos vivía por debajo de la línea de indigencia, lo que representa 1,8 millones de personas. Cifra no publicó datos sobre la pobreza, pero siempre son superiores a la indigencia. La última medición dada a conocer por el Indec fue en el primer trimestre de 2013, donde decía que la pobreza era del 4,7%, unas dos millones de personas. Luego el Indec no volvió a publicar nunca más una cifra sobre pobreza e indigencia. Estas son medidas nacionales, sin duda en las provincias del norte estos guarismos son mucho más altos.
En consonancia con el mamarracho estadístico nacional, el gobernador José Alperovich afirmó el año pasado que se había reducido la tasa de homicidios en ocasión de robo en la provincia, poniendo en aprietos a sus funcionarios que no sabían cómo desmentirlo. En marzo de 2013 Alperovich dijo que durante su gestión se habían creado 380.000 nuevos puestos de trabajo. Al parecer, alguien le advirtió que había exagerado un poco, porque en marzo de este año, en un discurso casi idéntico al anterior, dijo que se habían creado “más de 300.000 empleos”. Para poner en escala semejante dislate, 380.000 es 40.000 puestos de trabajo más que los 340.000 que hay en todo el Gran Tucumán y Tafí Viejo. La verdad es que, según la Encuesta Permanente de Hogares, desde 2003 se crearon en Tucumán 160.000 nuevos empleos, de los cuales 30.000 pasaron a engrosar las planillas de la administración pública.
En los únicos números donde el gobierno hace bien los cálculos es en el escrutinio. Es por eso que en las últimas semanas los soldados del alperovichismo se pusieron a trabajar para ganar las elecciones del año que viene, caiga quien caiga, incluida la Constitución. Primero, aprobaron una ley que le extiende la “vida” a los partidos chicos, con argumentos que de tan inverosímiles resultan graciosos. Lo cierto es que se aseguraron la continuidad de decenas de “sellos de goma” que les garantizarán contar en 2015 con un festival de acoples al servicio del candidato oficial.
Lo segundo que hicieron fue empezar a desestimar la implementación del voto electrónico, como ordena la Constitución desde 2006. Por un lado, sin voto electrónico se pueden conservar los porcentajes actuales de fraude (voto cadena, adulteración de planillas, etc), como confirmó la Justicia en las últimas elecciones, cuando le robaron la banca a la concejal Sandra Manzone. En segundo lugar, la digitalización de los comicios es incompatible con la obscenidad de acoples, necesaria para que el aparato clientelar funcione a toda máquina.
El secretario de Gobierno y Justicia, Marcelo Caponio, aventuró que el sistema electoral actual “es casi perfecto” y puso el caso de Manzone como ejemplo, cuando lo cierto es que la dirigente de la Coalición Cívica tuvo que pleitear cuatro meses para que la Justicia ordenara abrir la urnas y se comprobara el fraude. Este es sólo un caso sobre decenas que se denuncian en cada elección y no prosperan. Demasiada gente viviendo de la política y no para la política. Un mal endémico que genera corrupción y con corrupción nunca se erradicará la pobreza, aunque Capitanich y Alperovich afirmen, categóricamente, todo lo contrario.